“Crónicas alimenticias”: Tercer tiempo

(Por Hugo Tajes)

Este último sábado, Arquitectura jugó con San Fernando, pero la cobertura del partido ya estaba arreglada de antemano. El jefe envió al cronista estrella Adrián panza, por lo que este sufrido escriba quedó sin crónica para realizar. Ante la consulta sobre cual sería mi actividad, el insensible jefe dijo: ” Con esa pancita y todos los terceros tiempos que tenés acumulados, hacete una nota gastronómica”.

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Así que aquí estoy , estimados lectores, fiel como Caniche Toy, cumpliendo con las órdenes del romántico jefe que, en estos días de Primavera, se fue a Palermo. Lo primero que diré sobre los terceros tiempos, es que realmente llevo unos cuantos acumulados, más este año con la seguidilla de Crónicas Arkinas, pero muchos en todo el tiempo que llevo en este medio gráfico.

El tercer tiempo en Rugby y en Hockey, es parte del juego porque marca la idiosincracia de ambos deportes. Uno no imaginaría con la misma facilidad a técnicos o jugadores de fútbol, compartiendo una mesa, inmediatamente después de haberse insultado y reventado a patadas en el partido reciente.

Comenzaremos por la presentación de los comensales, totalmente opuesta cuando se trata de partidos de damas o de caballeros. Las chicas se producen. Estas diosas, maquilladas y de tacos altos, con ropa elegante y cuidadas cabelleras  que vemos en el post partido, son las mismas jóvenes sudadas, de movimientos rudos, pelos ensortijados y rostros duros que estaban repartiendo palazos, sólo unos instantes antes. Los hombres en cambio se presentan con remeras comunes y jean gastados. Las camisetas deportivas de primera marca que utilizan en sus partidos, los hacen estar mejor vestidos dentro de la cancha que fuera de esta.

Siguiendo con las damas, el protocolo y la etiqueta del tiempo tercero, dictan que las jugadoras locales, las anfitrionas, se encarguen del servicio, pasando a ser improvisadas mozas en cada jornada, con una dedicación y destreza llamativas.

El menú de estos encuentros merece un comentario, salvando unas hamburguesas a la parrilla en Banco Nación, unos emparedados de lomito en Belgrano y ;hace muchos años ; un tradicional  té con postres y masas en la confitería de GEBA, la pizza es la reina de las veladas. Entrada de fiambres, pizzas de todos los sabores y tortas o bocados dulces, con gaseosas como bebida principal conforman el menú a la carta en todos los encuentros.

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Estas mesas cargadas de exquisiteces, que hacen las delicias de este hambriento cronista, parecen actuar como un “permitido” de fin de semana, para la riguriosidad y celo de los profes y nutricionistas de cada equipo, que con  beneplácito adhieren en esas ocasiones a dichas comida y que seguramente descartarían en el plan semanal de entrenamiento.

La  puesta en escena también tiene sus detalles, en todos los encuentros reina la amabilidad y el sentido de momento compartido. En River le sumaron fiesta con música y canciones, en Hacoaj fue karaoke con premios y en Arquitectura de la mano del maestro de ceremonias Alejandro, lo distintivo es el ambiente familiar, donde parece que sábado por medio se festejara un cumpleaños, dado el clima reinante.

Para finalizar, este cronista gourmet, les contará sobre una leyenda de tiempos idos. Parece ser que en algunas barriadas infames, hace muchísimos años, el visitante no se salvaba de la golpiza post encuentro. Si el equipo local había vencido, el rival la ligaba por ser tan pusilánime como para haber perdido, si en cambio lograba llevarse la victoria la paliza venía por  la osadía de haber vencido y si el partido finalizaba empatado, la biaba actuaba como desempate. De uno u otro modo, el visitante la ligaba siempre.

En estos días, más civilizados, la visita parece haber invertido aquella situación escudándose en la comida. Si el visitante perdió, al menos se va con la felicidad de haberle comido todo al anfitrión, “perdimos, pero le dejamos los platos vacíos”. Si ganó, el triunfo se continúa en la degustación de manjares y si el trámite resultó en empate, el vaciarle las mesas de alimentos actúa como desempate, a semejanza del ejemplo anterior.

Con la esperanza de haber llevado a ustedes, queridos lectores, una aproximación de los postencuentros y con la esperanza también de seguir participando de estas  comidas, este somellier de terceros tiempos, se despide con una de porción muzzarella y otra de jamón y morrones en la mano, mientras trata de acertarle al teclado.