Deporte y Solidaridad: LOGRÓ SUPERAR CON EL HOCKEY UN PASADO DE ABUSOS Y AHORA AYUDA A OTRAS CHICAS

Por David Flier – Clarin.com

En la ONG “El Puente Posible” pudo abrirse y compartir sus momentos más difíciles.

Al principio no decía nada. Se callaba, escuchaba y se aferraba a su secreto mejor guardado. Hacía siete años que lo cargaba, que apenas lo compartía con una amiga y que no quería -no podía- decirlo en público. Todo cambió cuando tenía 16: recién entonces pudo verbalizar abiertamente, sin reparos, los abusos sexuales a los que su padrastro la había sometido entre los nueve y los once. Aquel grupo del club, que se juntaba para jugar al hockey gracias a la ONG El Puente Posible, resultó el espacio de contención que Fátima necesitaba.

Fátima había dejado su casa a los once, luego de dos años tortuosos. Fue adoptada por los padres de Florencia, su mejor amiga y confidente sobre el infierno que vivía en su hogar. A sus “papás del corazón” también les había comentado y ellos decidieron realizar los trámites legales para poder tenerla cerca, a salvo. “Se habían encariñado mucho conmigo”, cuenta Fátima, quien ahora tiene 20 años y residió toda su vida en Lomas de Zamora.

Atrás había quedado un lazo roto no solo con su madre, sino con sus hermanos, por entonces de seis años y de algunos meses. Luego se sumó una tercera, a quien Fátima no conoció hasta los 16 años, cuando volvió a reencontrarse con sus hermanos.

Mientras tanto, la ayuda de su nueva familia y la de la psicóloga la ayudó a salir adelante. Pero la herida recién comenzaría a cerrarse años más tarde, de la mano de las bochas y los palos de hockey. Fátima tenía 13 años cuando viajaba en colectivo cerca de la zona de La Salada. Unas chicas, a lo lejos, practicaban hockey, se pasaban la pelota, y eso llamó su atención. Reconocía el deporte que, alguna vez, había visto por televisión.

EL Puente Posible busca que el hockey sea un elemento de inclusión de la mujer en la sociedad

“​Yo antes les quería pegar con el palo a las personas que me hablaban mal. Recién después pude abrirme y ser sociable. Ahora soy un lorito, no paro de hablar”

Fátima bajó del colectivo y se acercó al club Villa Amelia. No sabía que, a partir de entonces, su vida comenzaría a cambiar definitivamente.

Fátima se dirigió al club junto a su “hermana”, Florencia. La actividad de El Puente Posible, una ONG que enseña hockey y brinda talleres en 30 clubes de la Zona Sur para lograr la inclusión de mujeres, había comenzado hacía poco, de la mano de Martín Almaraz, su fundador, quien con una profesora, tomaba los datos a algunas chicas que querían empezar. “Me anoté y empecé a entrenar”, cuenta Fátima, quieninmediatamente se abrazó a un deporte que hasta entonces casi desconocía. A los dos meses, ya era parte de las recorridas por el barrio para difundir la actividad, siempre gratuita.

 

Mientras tanto, los entrenamientos se habían convertido en mucho más que pasatiempos para Fátima. Eran una escuela de aprendizaje sobre compañerismo, responsabilidad, respeto. También un lugar de hacer amistades.

“Yo antes les quería pegar con el palo a las personas que me hablaban mal. Recién después pude abrirme y ser sociable. Ahora soy un lorito, no paro de hablar”, dice tras sorber un café con leche en un bar de la Capital Federal.

 

La lucha contra la resistencia cultural

No fue fácil para El Puente Posible llegar a trabajar en 30 clubes y con 1.500 chicas de la Zona Sur del conurbano bonaerense. No solo por la escasez de recursos, la cual logran paliar a pulmón, mediante donaciones o alguna ayuda esporádica estatal. También por la resistencia cultural que generaba que las mujeres, condenadas en barrios humildes a ocuparse de la casa, practicaran un deporte en un club.

“Villa Amelia, por ejemplo, era un ámbito de hombres. Los vecinos tiraban abajo los muros que construíamos porque se resistían culturalmente”, recuerda Paula Correa, responsable de relaciones institucionales de El Puente Posible. “Nuestro programa atraviesa al barrio, busca que los referentes se involucren y que el palo de hockey sea un elemento de ponderación de la mujer”, agrega.

“​ Gracias a la ONG aprendí a compartir. No sé si hubiese sido tan abierta de no haber sido por su trabajo. Yo era mala, no quería que se me acerquen, pensaba que todos eran malos “.

 

Los talleres que le cambiaron la vida

Para El Puente Posible, ofrecer la práctica de hockey gratuita a las mujeres es apenas el inicio del cambio social. A eso le siguen distintos talleres, que van desde actividades lúdicas para los más chicos a educación sexual y orientación vocacional para los más grandes. Fue en estos espacios en los que Fátima se liberó.

“En un taller me animé y hablé. Nadie sabía, cuando se enteraron me ayudaron, me hablaban un montón”, recuerda Fátima.

“Gracias a la ONG aprendí a compartir. No sé si hubiese sido tan abierta de no haber sido por su trabajo. Yo era mala, no quería que se me acerquen, pensaba que todos eran malos”, recuerda Fátima.

También en los talleres comenzó a descubrir su vocación: conoció el rol del trabajador social y tuvo la oportunidad de colaborar en los talleres, tal como ya lo hacía para dar entrenamientos.

“La ONG siempre nos instó a luchar para cambiar nuestras vidas para bien. Y en el taller nos destacaban la importancia de terminar el colegio, de la educación”, remarca Fátima. Algo no menor en un contexto en el cual la deserción escolar, luego de repetir un año o quedar embarazada, es moneda corriente.

 

El viaje a Santiago del Estero y el sueño de estudiar

Fátima pudo poner en práctica algo de la vocación que abrazó no solo en talleres en Buenos Aires, sino en dos viajes que realizó, junto a otras tres compañeras, a parajes rurales de Santiago del Estero. Allí, además de acercar donaciones, El Puente Posible organizó clínicas para enseñar hockey y que este deporte comience a generar un cambio social.

Chicas de Santiago del Estero aprenden hockey de la mano de El Puente Posible.

Fátima, que vive sola desde los 18 años, trabajó de todo desde los 16, aunque actualmente está desempleada. La joven aspira a poder estudiar Trabajo Social en la Universidad de Lanús, a la par que sigue ayudando a la ONG. Para eso, el Puente Posible busca una beca que le permita sostenerse mientras se prepara académicamente.

 

El sueño de un cambio social

“Fátima es uno de los ejemplos, pero por suerte hay varias. Ella hizo un recorrido, una carrera dentro de El Puente Posible y es un ejemplo para más chicas”, dice Paula sobre el caso de quien, tras ser ayudada, se dedica a ayudar como voluntaria: hace de profesora de hockey y también habla en los talleres. Incluso, tiene una especial empatía para aquellas chicas que vivieron situaciones de abusos.

El Puente Posible nació en 2009 gracias al esfuerzo de Martín Almaraz, su presidente, con el objetivo de trazar puentes entre las mujeres que sufren exclusión y la sociedad. Una tarea que, a lo largo de casi nueve años, se ha desarrollado principalmente a pulmón.

Ahora, además de buscar una beca para Fátima, quieren ser incorporados por un programa estatal. El objetivo es que casos como el de Fátima no dejen de multiplicarse.

 

Cómo ayudar

La ONG busca fondos para materiales, becas y meriendas para las niñas. También se reciben donaciones de equipamiento usado.

Se pueden realizar donaciones a través del sitiowww.elpuenteposible.org.ar o escribir a comunicacion@elpuenteposible.org.ar.

Otras vías de contacto son las redes sociales.

Facebook: www.facebook.com.ar/elpuenteposible

Twitter: @Elpuenteposible