España: EL NUEVO PRODIGIO DEL ‘STICK’: DEL FIASCO DE RÍO AL SUEÑO DE TOKIO

Enrique González de Castejón, MVP del pasado Mundial sub-21 de hockey hierba, dejó el fútbol para triunfar en el deporte del ‘stick’.Pese no haber ido a Río, este joven jugador ha disputado todo tipo de torneos con las categorías inferiores y apunta a la cima.

(Fuente: El Mundo; Cronista: Iván Libreros)

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Enrique González de Castejón posa en el Club de Campo. JAIME DE LORENZO

Son las nueve de la mañana y el termómetro se aproxima a los cero grados. Al otro lado de un campo cubierto por el rocío invernal en las instalaciones del Club de Campo de Madrid espera puntual Enrique González de Castejón (Madrid, 1995), MVP del reciente Mundial sub-21 de hockey hierba y niño prodigio del deporte español.

Para el aficionado su disciplina quizá sea poco conocida, pero en la memoria colectiva permanece el oro de la selección femenina en los Juegos de Barcelona 1992 o la trilogía de platas masculinas en Moscú 1980, Atlanta 1996 y Pekín 2008.

Los inicios deportivos de González de Castejón se remontan a los cinco años, cuando en el madrileño Colegio Retamar combinaba con habilidad el fútbol y el hockey hierba, deporte familiar por excelencia (su padre fue profesional). El problema vino, como con todo, con el paso del tiempo y el aumento de las responsabilidades.

El niño se hizo adolescente y ya no le valía el truco que usaba para combinar ambos deportes: “Llegaba un sábado y jugaba media parte de hockey, le decía a mi entrenador que tenía partido de fútbol y me marchaba”. A los 13 años, tras una conversación con su padre, decidió dedicar todos sus esfuerzos al deporte del stick y con la inestimable ayuda del Club de Campo, prolífica escuela en la que fue inscrito, empezó a enfocarse hacia el mundo al que hoy se dedica profesionalmente.

Una vez centrado en el hockey, su rapidez, técnica e inteligencia táctica le permitieron ir subiendo peldaños de forma precoz, como todos los elegidos, y cuando cumplió los 17 años debutó en la élite de la mano del entrenador Xavi Arnau. Lo hizo acompañado de Moritz Fürste, Oliver Korn y Oskar Deecke, internacionales alemanes y campeones olímpicos en los Juegos de Londres 2012. Una compañía de lujo. Su éxito ya estaba cerca.

Aunque sus estudios de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Carlos III no le impiden jugar al hockey, en años pasados se ha llegado a perder una Copa del Rey por esta misma razón. Aún no se lo cree cuando cuenta que pasó, de un mes a otro, de ganar un campeonato de España juvenil a un Europeo sub-18, para acabar disputando su primer Mundial sub-21, en 2013. Allí ya impresionó, pero, lejos de la edad, el auténtico salto llegaría tres años después.

En el Mundial sub-21, finalizado hace 15 días en Lucknow, India, lució galones y capitanía de la selección, y aunque España acabó en sexta posición, convenció a los técnicos del resto de equipos para ser nombrado mejor jugador del torneo la mañana antes de disputar las semifinales. Todo un hito.

Sin embargo, preguntado por otros episodios de este año, agacha la cabeza y tuerce el gesto. Sólo con tristeza puede recordar cómo se cayó de la lista de los Juegos de Río 2016 a última hora por una decisión técnica. Misma mueca que pone cuando habla de la precaria situación de la Federación Española: “No tienen dinero para organizar las concentraciones que necesitamos, hemos preparado el Mundial con sólo tres concentraciones. Así es imposible competir contra Bélgica u Holanda, que llevan tres años preparándose”.

Su objetivo, dice, son los Juegos de Tokio 2020, aunque a medio plazo piensa en la World League de 2017, que repartirá billetes para el Mundial 2018 en la India, lugar fetiche, y el Europeo en Ámsterdam, donde seguirá sumando internacionalidades a sus ya 28 presencias. Y como Holanda le apasiona, por ser la meca del hockey hierba, el paraíso para cualquier jugador, se ve disputando su liga en unos años.De momento, el prodigio ha renunciado a tres ofertas muy suculentas del extranjero, porque prefiere terminar sus estudios y disfrutar de su estatus de promesa, etiqueta que asume con humildad y un ligero temor al fracaso