LAS PALABRAS Y LAS COSAS: JULIA CASTIGLIONI NO TIENE AL HOCKEY COMO ÚNICA PASIÓN

La volante de GER no tiene como única pasión el hockey. También escribe. Descubrió ese talento a partir de una enfermedad que le diagnosticaron a los 14 años. “Compartir es invitar a otro a ser parte”, dice. Tiene un proyecto de libro con Nacho Maeder, el rugbier de Duendes que se recupera de una lesión cervical.

(Fuente: La Capital de Rosario; Cronista: Vanesa Valenti)

Foto: Héctor Rio.

Las úlceras en las extremidades se producen cuando la sangre no llega a ellas. Cuando la sangre se queda sin oxígeno. Entonces, el tejido muere. Si la dificultad persiste y el tejido no se recupera, es probable que haya que pasar a una instancia más compleja, más traumática.

Hace casi dos años, promediando agosto, a Julia Castiglioni, jugadora de hockey de Gimnasia y Esgrima (GER), se le ulceraron los dedos de las manos y le dijeron “tres meses afuera”. Y aquella fue una de las crisis más graves que tuvo. A los 14 años le habían diagnosticado artritis reumatoidea. Se quedaba dura en la cama, necesitaba ayuda para ir al baño, entre tantas cosas. Dependía de otros para tratar cuestiones básicas. Con el correr del tiempo, de las consultas, tratamientos y aprendizajes, logró cierta estabilidad. Pero empeoró el “Raynaud”, justamente el fenómeno que causa lo que causa en los vasos sanguíneos y en las extremidades. Fue un cachetazo, una invitación a entrar nuevamente en la conciencia de que con la enfermedad tenía que luchar toda la vida. La artritis reumatoidea no tiene cura por ahora, pero para Julia además de una prueba resultó un vehículo para despertar un talento que podía intuir que tenía, pero no lo había puesto en práctica. Un método de alivio de dolor, de transmisión de experiencia y de valoración. Porque esos dedos, los mismos que a veces se endurecen o se quedan sin oxígeno, también escriben. Trasladan todo eso que son las emociones de Julia, a veces filtradas por la mente, a veces simplemente saliéndose a la luz en crudo. “Lo mágico que tiene justamente la escritura es que perdés los límites, no sabés adónde puede llegar. Cuando le decís a alguien: yo quiero escribir, te responde que busqués algo con lo que ganar plata (risas). No es mi intención hoy. Entonces, intento romper con eso, ver hasta dónde puedo llegar”. Por lo pronto, su blog juliacastiglioni.wordpress.com está en marcha desde el año pasado. Y desde hace algunos días también sus textos ganaron un espacio semanal en Rosario3.com. “Compartir es invitar a otro a ser parte”, repite Julia una y otra vez. Es su bandera. Por eso se prestó a contar esta historia. Su historia.

“Desde que tuve aquella crisis en la que se me ulceraron los dedos la psicóloga me pidió que busque algo que me guste, que me distraiga y tranquilice. Me gustaba escribir, es muy importante la palabra y lo que uno genera en el otro. Empecé por mi historia, pero no publicaba porque me preguntaba a quién le iba a importar. Pero cuando puse mi primer texto en Facebook tuvo mucha repercusión. Cosas que me ayudaban a mí y a otra gente. Así empezaron a llegarme otras historias y como me encanta escuchar, prestaba el oído. Empecé a escribir más”, cuenta Julia. Y aclara que lo que hace no es para que digan “pobre chica”, sino para lograr justamente el efecto contrario, generar movimiento y motivación en aquellos que pasan situaciones similares e incluso más graves. Sus textos hablan del cuerpo, del autoconocimiento, de las decisiones. Y ya no son sólo su voz. Comenzó a hablar desde el lugar de otros protagonistas que justamente, por la razón que sea, no pueden tener voz. Como Nacho Maeder, el rugbier de Duendes que desde el año pasado está internado en Buenos Aires producto de una severa lesión cervical.

“¿Sabés cuántas veces leo mis textos después de escritos? 40”, dice Julia. Y se ríe. Pero remarca que es una manera de notar la evolución. Eso que pasó y que en su momento fue tan grave, hoy quizás se sienta con menor intensidad. Resalta que a partir de estar aún en una etapa de aprendizaje, en la que no sólo prioriza leer mucho y hasta entrevistar o consultar a escritores, se siente en un nuevo rol: “Es como enseñar, algo que me gusta hacer en el hockey”. Sólo que “con la escritura le podés dar una vuelta a eso que decís, que no tiene la misma fuerza que si lo hablás”.

Julia estudia arquitectura. Sus padres son arquitectos. Ni ellos ni sus hermanos tienen nada que ver con la escritura. La pasión por leer y escribir la adquirió sola. “Quiero dejar una huella, pero una huella no es ser famosa. Si con mis textos hay una persona a la que le cambié la visión para bien, si eso se generó, ya vale la pena”, dice. Gran parte de esos relatos refieren a las enfermedades. No es un drama ese para Julia, si hay algo que hace es mirar el miedo a la cara permanentemente. No dramatiza, le escapa a la victimización y ve en esa dificultad, suya o de otros, la oportunidad. “Las enfermedades son portadoras de sentido. Y yo le quiero dar un sentido. Cuando a uno le pasan estas cosas, se pregunta por qué. Me dijeron que empezara a preguntarme para qué. Ahora sé que es para que yo escriba, para que pueda abrir esta rama. Si decís por qué, es un callejón sin salida. Si decís para qué, es un círculo de puertas de colores y diseños para elegir. Gracias a mi enfermedad escribo. Gracias a mi enfermedad hoy viene alguien y lo puedo entender. Gracias a mi enfermedad conocí a gente como Nacho. Hay puertas, lo que pasa es que a veces uno está en el medio y le da miedo. Yo lo entiendo, lo acepto. Aunque es difícil dimensionarlo”.

Todavía hay días en los que Julia tiene “episodios”. Los marca en una pared, como los chicos miden la altura, el crecimiento. Ella mide y evalúa el suyo. Habrá más de esos días. Todavía hay días en los que Julia va a entrenar y no puede agarrar el palo con la fuerza que necesita, porque ese día quizás no es bueno. Todavía hay días en los que Julia se agita caminando y ni hablar corriendo. Es parte de los efectos colaterales de la medicación de una persona con artritis reumatoidea. Habrá más de esos días. Julia toma permanente conciencia de su cuerpo, porque lo necesita, porque mente y cuerpo no son independientes. Todavía hay días en los que le dice a su propio cuerpo “dejáme en paz un día”. Y lo seguirá haciendo. Todavía hay fines de año en los que sufre crisis (no es casualidad la época, lo emocional hace su parte) y empieza el maratón de médicos. Todavía hay entrenamientos y previas de los partidos en los que a Julia se le caen las lágrimas por la simple valoración y felicidad que le da estar poder ahí. Lo suyo es una pelea constante catalizada a través de la escritura. Que le hace bien a ella y a otros. Qué otra cosa más bella se le puede pedir a las palabras cuando sirven para movilizar.

“Para mí la escritura trasciende todo. Hay otras formas de expresarse, como las bellas artes por ejemplo. Pero ahí no siempre podés explicar lo que querés decir, no todo el mundo lo entiende. Con la escritura sí podés decir exactamente lo que querés decir. Después, puede gustar o no. Pero uno transmite para que otro al menos lo lea”, piensa Julia, quien no tiene dudas cuando se le pregunta por sus sueños en este sentido: “Con que a alguien le sirva algo de lo que escribo, ya está”.

Alguna vez, el portugués José Saramago, premio Nobel de literatura, dijo: “Ser escritor no consiste sólo en escribir libros, sino en mucho más: es una actitud ante la vida, una exigencia y un compromiso”. Y hay frases que no se encuentran por casualidad.