Reportajes y Notas: “AL FIN ME SAQUÉ EL TRAJE DE LA MUJER MARAVILLA Y AHORA SOY UNA PERSONA NORMAL” SOSTUVO LUCIANA AYMAR

Por Hernán Sartori y María Kexel – Clarin.com

Dueña de una personalidad acostumbrada a ser la número uno, Luciana Aymar cuenta el largo trabajo que le llevó liberarse de la angustia que le generó su retiro para disfrutar una nueva etapa en su vida.

Ser la número uno del hockey sobre césped y referente del deporte argentino le demandó trabajo. Procesar la angustia del retiro con una personalidad autoexigente al máximo le costó demasiado, la expuso a temores impensados y la forzó a tomar riesgos. Pero la contención de los suyos -y la terapéutica, claro- la ayudó a enfrentar esta nueva etapa en su vida. Tanto que se abrió al amor pleno junto al ex tenista chileno Fernando González. Y Luciana Aymar es feliz al contarlo.

-¿El retiro es lo más difícil que te tocó vivir?

Luciana Aymar apuesta a nuevos proyectos y al amor. “Si no hubiese hecho terapia, no sé si habría podido salir de la angustia del retiro”, dice. Foto: Mario Quinteros

-Lo fue para mí. Conozco deportistas a los que no los afectó, como a mi pareja, que lo vivió diferente. Para él fue: “Basta, dejé de jugar”. Yo venía cansada, con muchas lesiones y el entrenamiento me costaba mucho más. Por eso también decidí dejar de jugar. Fue una decisión complicada. Pensé: “¿Y ahora qué hago? ¿Dónde está mi rutina? ¿Dónde pongo toda esta energía?”. Fue un sufrimiento dejar algo que amaba con todo mi corazón.

-Para ser atleta, hay que entrenarse. Para ser atleta de alto rendimiento, mucho más aún. Pero nadie te entrena para dejar de serlo…

-No, la verdad que no. Es muy difícil. Muchos dicen: “Yo me preparé para el retiro”. Pero no. Todo lo que te preparaste para cuando dejaras de jugar se te viene abajo con el mundo. No sabés cómo lo vas a afrontar ni cómo lo vas a vivir.

-¿Cómo cargaste con esa angustia y cuánto duró ese calvario?

-Con el traje de Mujer Maravilla no me pasaba nada. Pero aprendí a sacármelo y me empecé a mostrar con las dificultades que tenía, con toda esa angustia que estaba pasando. Empecé a hablar con mis amigas de toda la vida y con mi familia. Empecé a darle más importancia o lugar a las pequeñas cosas. Ahora me muestro más tal cual soy y si tengo que hacer terapia, la hago.

-Los atletas de alto rendimiento necesitan una contención. ¿Buscaste apoyo terapéutico?

-Sí, sí. Para mí es fundamental, tanto para el atleta individual como para un grupo. Una le dice “terapia” cuando tiene un problema, pero en realidad necesitás un sustento emocional. En muchos momentos hicimos terapia con Las Leonas y nos fue bien. Pero a veces uno se cansa de eso, porque el deporte grupal te expone y no es fácil abrirse delante de otros ante un psicólogo. Quizás por eso sea más difícil para el fútbol, un deporte con mucho renombre y más egocéntrico. Yo hice mucha terapia siendo jugadora y después también. Si no hubiese hecho terapia, no sé si habría podido salir de la angustia que me generó el retiro.

-¿A qué extremos te llevó querer ser la mejor y mantenerte en ese nivel?

“En la vida no hace falta sufrir tanto y llegar al extremo de todo”, reflexiona Luciana Aymar a los 40 años.Foto: Mario Quinteros

-Los deportistas tenemos nuestro ego. Cada vez que salía a jugar me ponía el traje de la Wonder Woman (Mujer Maravilla). No me importaba nada. Pero a veces el traje seguía puesto después del partido. Y eso era un escudo y una protección que yo tenía que me alejaba de las relaciones y de las otras cosas de la vida. Me tiraron a la vida y no sabía ni pagar un impuesto. Y me costó mucho tiempo arrancar de cero. Hoy al fin me saqué el traje de la Mujer Maravilla para siempre, puse los pies sobre la tierra y puedo decir que soy una persona normal.

-Ahora bien, una cosa es tener personalidad, algo innegable. El tema es cómo trabajabas esa autoexigencia o la dedicación para ser la número uno. Porque una cosa era llegar y otra mantenerse…

-En ese proceso durante el cual no sabía qué hacer también era una forma de sobreprotegerme, porque me decía: “Yo juego al hockey y no sé hacer otra cosa. No quiero arrancar nada porque no sé qué puede llegar a pasar. Si no soy la mejor, mejor no lo arranco”. Yo me equivoqué. Y la gente me decía: “Luciana, si para ser la mejor te equivocaste un millón de veces”. Y yo contestaba: “Sí, pero no me conocía nadie a los 17 años”. Hoy no es así. Hoy estoy mucho más expuesta a la mirada pública. Tenía un problema que me hacía mal. Cualquier cosa que encaraba podía terminar en un “¡Ay, pero no te salió tan bien! ¿Por qué mejor no te vas a jugar al hockey?”. En ese momento no quise y preferí resolver un montón de cosas personales. Hoy estoy en otro momento, mucho más distendida y relajada. Veo partidos y no los sufro. Quiero encarar otras cosas y si me equivoco, me equivoco.

-¿Es porque ahora estás dispuesta a pegártela contra la pared o porque ya no buscás ser la mejor en todo lo que hacés?

-Porque estoy dispuesta a pegármela, pero siempre intentando ser la mejor. Eso no lo voy a poder cambiar, pero sí trato de no exigirme como antes, porque siendo tan exigente la pasás mal y sufrís. Y yo siempre tuve esa mentalidad de decir: “Si sufro, voy a ser mejor”. Era mi manera de actuar. Sentía que si sufría en el entrenamiento y si terminaba vomitando, iba a ser mejor. Yo creo que cuando uno se exige al límite siempre saca ese plus extra. Yo lo pude ver en mi carrera deportiva. Pero en la vida no hace falta sufrir tanto y llegar al extremo de todo. Hoy encaro cosas y voy a tratar de hacerlas lo mejor posible porque yo sé cómo soy: si me sale bien, buenísimo, pero mañana quiero que me salga mejor. Cuando jugaba, mi mente estaba allá arriba todo el tiempo. Hoy mi mente está más tranquila.

-Decís que sufrir en un entrenamiento te hacía sacar un plus. Pero si eso era lo que querías, no implica que hayas tenido una vida sufrida…

Fernando González y Luciana Aymar conviven en Santiago de Chile. Fotos: Camilo Melús / Caras Chile

-Para nada. Si un deportista pudiera jugar hasta los 50 años, yo habría jugado, ja. Amaba mi vida. Amé jugar al hockey. Adentro de la cancha, sufría, me reía, era yo. Transmitía mis emociones mediante el palo. Era Lucha. Y cuando salía de la cancha era diferente. Tuve que hacer una terapia inmensa para analizar que también me relegó un montón de cosas. Ahora Lucha está mejor, así que volvemos a las pistas, je.

-Siempre estuviste en la mirada de todos por tu vida pública y privada. ¿Cómo convivirás ahora en pareja con otra “potencia”?

-Ya se hizo público. Ya está. Por más que hicimos una nota juntos, los dos somos muy reservados. Cada uno cuida mucho su lugar y su espacio. No nos vas a ver en muchas fotos juntos y en cosas que no vayan con nuestra esencia. Tampoco es que estemos exponiendo nuestra relación en ningún lado. Somos muy tranquilos.

-Siendo la número 1 no te dabas el espacio para tu vida personal. ¿Es casualidad o causalidad que justo ahora hayas encontrado pareja?

-Por mi forma de ser, siento que quizás le daba demasiada energía a mi deporte. Lo he dicho siempre. Para mí, era prioridad. Y quizás por esa forma de ser lo padecí. Padecí relaciones y no desarrollar un poco más la vida personal. Mis parejas me padecieron. Hoy, al estar más relajada, tener más tiempo y no tanto la cabeza enfocada en el deporte, es distinto. Me obligué a dejar de jugar, porque si no, con lo enferma que era, hubiera seguido haciendo siempre lo mismo en un club o en la Selección. Entonces dije basta. No quiero más un club ni la Selección. Necesito avanzar en otras cosas.

-Y avanzaste en lo sentimental…

-Hoy me encuentro en otro lugar y agradezco haber pasado por ese momento de tristeza y angustia que me ayudó a resolver un montón de mis cosas personales. Así encaré una relación desde otro lugar. Ahora soy una persona que… (no me voy a vender tampoco, ja) me considero que puedo acompañar, algo que antes no podía hacer. Me enfoco mucho más en tener y en preservar una relación más normal.

-¿Te arrepentís de haber sido tan “dura” con vos en tu vida deportiva? Porque al fin y al cabo, fuiste lo que fuiste…

Luciana Aymar y el modelaje, una de sus facetas.Foto: Movilpress

-No me arrepiento. Yo quería ser la mejor, quería ganar y sabía que para llegar a tanto tenía que relegar un montón de cosas de mi vida personal. Entonces llevaba una vida totalmente diferente y quizás las relaciones no eran las mejores. El hombre no está tan acostumbrado a estar tan atrás de la mujer. Siendo hombre quizás es más fácil eso de que la mujer acompañe, pero en mi caso era muy difícil.

-Apenas te retiraste fuiste modelo de muchas marcas. De golpe, adiós. ¿Qué pasó?

-Hubo un momento en que estaba en todos lados. Había dejado de jugar, pero muchas marcas seguían conmigo por mi historia con ellas. Y además, después del retiro me quería seguir viendo en todos lados. En cada campaña publicitaria quería verme haciendo un gol o con el palo. Es ahí cuando no estás soltando, cuando el ego juega una parte muy importante, porque cuando soltás el deporte, también estás soltando un montón de cosas. Y es muy duro. Pero tenés que apagar el ego para dejar florecer la parte personal. Así que basta de la fotito de Lucha con el palo o con la camiseta.

-Y cuando tomaste esa decisión, ¿te liberaste?

-Sí. Uno va mutando y se va reinventando. Dejás de tener por ejemplo a una marca deportiva que te hidrataba porque ya no jugás más y empezás a tener conexión con otras marcas diferentes, porque vos estás en un momento distinto. Y aparecieron cosas que no estaban en mis planes. Pero es así. Es otro proceso. Dejaste el deporte, pero quedan lo que diste, lo que fuiste y tus valores. Entonces te reinventás y surgen charlas, clínicas y todo lo demás.

-Quizás pronto te ofrezcan entonces ser modelo en publicidades de lactancia o de pañales. Si es que lo están pensando…

-(risas) Nos encantaría a los dos. Por mi forma de ser, durante mi carrera no se me hubiera ocurrido jamás perderme un año deportivo para formar familia. Pero hoy lo pienso y me encantaría. Eso sí, publicidades de antiarrugas y de esas marcas de productos contra la artrosis no agarro. Para eso no estoy, ja, ja.