Santa Fe: HOCKEY: TERCER TIEMPO

El hockey femenino comenzó a practicarse en Sunchales por iniciativa de un matrimonio, movido por el deseo de su hija de seguirlo jugando. Con esfuerzo y dedicación, poco a poco se integró un grupo de chicas, que hoy conforman el equipo de Las Huaynas. Cada domingo, visten su camiseta rosada y, tal como ellas afirman, acompañadas del palo salen a la cancha a divertirse.

Fuente: Manifiesto Sunchales Gentileza: Agostina Gasser  Fotos: Antonela Ferrari

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Damiana vivía en Tucumán, con su papá Jorge y su mamá Marta, y jugaba al hockey desde los cinco años. Cuando dejaron aquella provincia para mudarse a nuestra ciudad, en 2001, Damiana dejó también atrás a su equipo, pero no las ganas de seguir jugando. “Vamos a hacer un club de Hockey”, le prometió su papá Jorge, con la emoción de todo padre que haría cualquier cosa por cumplir el sueño de su hija.

Así fue como en 2001 esta familia comenzó a convocar jugadoras por radio, televisión, en las escuelas… hasta llegar a tener un grupo de chicas dispuestas a aprender las reglas de este deporte todavía desconocido en Sunchales.

—Yo arranqué porque vi al matrimonio Mesías por la televisión, contando que querían formar un equipo, y les fui a hablar- recuerda Florencia, una de las jugadoras, con la nostalgia propia de quien trae a la memoria sus primeros pasos.

—Nos ayudó a promocionar el deporte uno de los primeros triunfos que habían tenido Las Leonas en aquél tiempo-, aclara Jorge haciendo referencia al Champions Trophy, un torneo reservado a las mejores seis selecciones del mundo, el que Las Leonas ganaron por primera vez en 2001, venciendo en la final a Holanda, el equipo local.

Con el trabajo y la predisposición de los papás de Damiana, se formó el primer equipo de Hockey de Sunchales: Los Sunchos. Al comienzo, ella les prestaba su palo y su bocha al resto de las chicas para que practicaran, ya que en la ciudad todavía no se vendía el equipo deportivo necesario para jugar.

—La Municipalidad en aquél entonces nos prestó el Liceo para hacer una reunión con los padres y contarles de qué se trataba el Hockey-, cuenta Marta, haciendo ademanes con las manos e intentando transmitir el asombro que le provocó el hecho de que ni siquiera se sepa, en ese entonces, en qué consistía el juego.

Así, bajo la organización de los mismos padres que formaron una Subcomisión para darle un marco legal, el equipo de Los Sunchos diseñó su camiseta, compitió con otros equipos de la zona, realizó viajes, y hasta conoció a Luciana Aymar y Ayelen Stepnik, dos de Las Leonas, en una clínica que dictaron en Rafaela. “Realmente sobre los contenidos de Hockey casi ni me acuerdo, lo que me quedó fue el momento” se sincera Damiana.

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Poco a poco tuvieron más que su camiseta: la Municipalidad les preparó uno de los terrenos del ferrocarril para practicar y consiguieron la donación de dos arcos. “Fue todo a pulmón, demasiado a pulmón”, acuerda con una mirada cómplice el matrimonio y con cierta nostalgia de recordar el esfuerzo de aquellos tiempos.

 —Un día -explica Jorge-, volvíamos de un viaje del que el equipo había perdido, y mi tristeza era muy grande, no por el resultado del tablero, sino por ver a todas las jugadoras llorando. Me enojé mucho, porque la idea de formarlas en la disciplina no era que lo sufran, sino que se diviertan y logren percibir la camaradería que se forma en el Hockey, que muchos otros deportes, lamentablemente no lo tienen. Lograr lo que yo llamo el “tercer tiempo”: juntarse después de cada partido a compartir un momento, una risa, una galleta o una palabra, sin rivalidades.

Aquél equipo de Los Sunchos se disolvió después de unos años. Las chicas crecieron y, sumidas en distintas responsabilidades, decidieron dejar el hockey, aunque sólo por un tiempo. Las ganas de jugar seguían intactas. Años más tarde, aquellas que habían sido parte de Los Sunchos se encontraron en la cancha del Cicles tratando de dominar nuevamente la bocha con su palo.

Ese día, alguien del club las vio, y les ofreció regresar a la cancha. Se organizaron entre ellas, sin una comisión. Eligieron un nuevo nombre, Las Huaynas, que hoy las representa y que significa “sangre joven” en la lengua Quechua.

De a poco fueron sumando nuevamente jugadoras hasta llegar a un grupo de alrededor de 70, que son las que actualmente practican todas las tardes en la misma cancha. Estuvieron jugando en una liga interprovincial y hoy participan de una liga regional promovida desde la Confederación Nacional que fomenta la creación de ligar nuevas en el país.

Además, este año comienza un proyecto muy ambicioso planificado para los próximos tres. La cabeza del proyecto es Juan Chetta, el mismo que había estado en la Municipalidad cuando se alisó el terreno para que Los Sunchos practique en el ferrocarril. Hoy habla con entusiasmo sobre este desafío, pensando en lo que se viene pero sin querer adelantar demasiada información.

—Nosotras queremos que vengan, que se sumen-, dice Florencia con entusiasmo.

Y comenta además que “reclutan niñas desde seis años, hasta mujeres sin tope de edad”, y que “debido al equipo numeroso que formaron y la diversidad de las edades”, cada jugadora puede competir en la categoría que corresponde, ya sea inferiores, sub 15, reserva o primera. Un privilegio con el que no todos los clubes de la región cuentan.

—Ese domingo de sol llegué a la cancha para ver el segundo tiempo. Terminó el partido, pero la derrota ante el equipo de Rafaela no apaciguó las risas y la alegría de las chicas, que a un costado de la cancha posaban para la foto que luego compartirían. Las vi unidas, sonriendo, emocionadas por haber compartido un día más de juego. ¿Será que habrán logrado conocer la importancia del “tercer tiempo” como un día quiso enseñarles aquél matrimonio venido de Tucumán?