SILVINA D’ELÍA VOLVIÓ A SER LEONA Y NO SE GUARDA CRÍTICAS NI AUTOCRÍTICA

La mendocina de 31 años, que había renunciado hace dos años, aceptó la convocatoria del entrenador Agustín Corradini.

(Fuente: Clarín; Cronista: María Kexel)

Silvina DElía.Foto: Néstor García

“Tengo la oportunidad de volver a vestir bien esta camiseta con la cual me fui mal, pero lo hago por mí, por mis compañeras y por Argentina, pero no por la gente que sigue manejando la Confederación, con quienes no tengo relación y no me interesa tenerla”, confiesa Silvina D’Elía. “Hoy estoy más tranquila”, repetirá Piti en la charla. La dice y la vuelve a soltar para también, un poco, convencerse a ella misma. La mendocina de 31 años recibió un mensaje de Whatsapp de Agustín Corradini apenas éste asumió como entrenador y la convocó para regresar a las Leonas. Tardó 10 días en contestarle. “Es que siguen las mismas personas en la Confederación y eso me hizo dudar en volver”, admite. Esta vez, la que cambió fue ella.

El seleccionado femenino de hockey sobre césped era un equipo acéfalo, lastimado y descuidado. Hoy surgen las caras felices y conocidas que vuelven a pisar el CeNARD. Corradini eligió dirigir a un equipo equilibrado entre las jugadoras jóvenes y rebeldes, que rompen lo ordinario, y las ya experimentadas. Primero “repatrió” a Noel Barrionuevo y ahora es el turno de D’Elía. Es una apuesta que suena arriesgada, pero la jugadora de GEBA acumula 215 partidos internacionales, 10 medallas de oro, 4 de plata y una de bronce entre Juegos Olímpicos, Panamericanos, Odesur, Trofeo de Campeones, Copa Mundial, Panamericana y sudamericana.

Quería ser escuchada. Quería que el propio equipo pudiera incidir en las decisiones que tenían que ver con las Leonas. Quería que fuesen respetadas y quería que las cosas que se hacían mal, se hicieran bien. No tuvo éxito y el 27 de abril de 2015 decidió renunciar.

Silvina DElía regresó a las Leonas.Foto: Néstor García

Todo había comenzado el 7 de diciembre de 2014, cuando Luciana Aymar anunció su retiro luego de ganar el Trofeo de Campeones en Mendoza. Un mes y medio más tarde, renunció Rosario Luchetti tras diez años de seleccionado y varias batallas perdidas con los dirigentes de la CAH. Luego se unió D’Elía. El 21 de septiembre de ese año desistió Josefina Sruoga y además se sumaban a la lista las que Santiago Capurro, el entrenador en esa etapa, había decidido cortar: Mariela Scarone, Daniela Sruoga y Macarena Rodríguez. “Hubiese sido muy lindo y una prueba para ese grupo jugar sin Lucha y ver qué onda. Pero no se pudo”, confiesa D’Elía. Y si un año después Barrionuevo fue desafectada por Gabriel Minadeo y se retiró Carla Rebecchi, fueron demasiados cambios para un equipo que, por historia, méritos y haber tenido a la mejor jugadora, debe estar en la cima mundial.

-¿Se había roto la relación entre las jugadoras que se fueron y las que se quedaron?

-No sé si se había roto, pero pensaban diferente a mí y yo tomaba que eso estaba mal. Al ser inmadura, me ponía mal y no respetaba mucho que opinaran diferente, porque no lo entendía. Los años me dieron tratar de respetar al otro aunque piense distinto a mí. Soy una persona muy impulsiva y pasional y estoy tratando de medir eso.

-¿Qué te hubiese gustado lograr con tu renuncia?

-Que fuera una decisión unánime. Porque en general se pensaba lo mismo, pero cuando hay otros intereses es difícil irse del seleccionado y está mal, entonces, juzgar al que decide quedarse porque cree que desde adentro puede lograr un cambio. Yo creo que no. Y hago la autocrítica de no haber podido lograr esa unión, porque si dos o tres renuncian, no es lo mismo que si un equipo entero se plantaba. Me hubiese gustado que gente del hockey manejara el hockey. ¿Cómo les explicás lo que necesita una jugadora si no tienen idea del deporte? Es muy difícil.

Silvina DElía (centro), en el Trofeo de Campeones 2014.Foto: AFP

-¿Vas a manejar ese temperamento cuando veas algo que no te gusta?

-Va a ser muy difícil, porque me cuesta quedarme callada. No puedo pretender cambiar a la gente porque habría que cambiar a todos los políticos. Ya me demostré que no puedo hacerlo. Con mi salida traté de manifestar que adentro se estaban haciendo las cosas mal. No pude de esa manera.

-¿De qué te arrepentís?

-De mis formas y de no haber haberle dicho a mis compañeras lo que me pasaba en su momento. Me comía las palabras y las decía mal. Todo el tiempo. Y eso al otro no le gusta. Sé también que si las cosas se hubieran hecho bien, esas seis jugadoras que nos fuimos habríamos seguido. No dependió tanto de nosotras.

“Hoy estoy más tranquila”, dice otra vez. Se lo cree, porque sabe la defensora que con la “25” en la espalda, el palo y la bocha vuelve para hablar donde nadie se anima a callarla.

Cómo ejercer el liderazgo en un equipo joven

“¿Mi rol? ¡Seguro que voy a ser la vieja!”, reconoce entre risas la mendocina. Con la idea de ser docente dentro de la cancha para compartir su experiencia y transmitirla al nuevo seleccionado, plagado de jugadoras juniors, D’Elía busca lograr que ninguna sea irreemplazable, como ella misma cree que pasó a lo largo de la historia de las Leonas.

Silvina DElía, integrante de Las Leonas.Foto: Néstor García

Sabe Piti que va a necesitar del resto de las experimentadas, como Barrionuevo y Succi, para poder lograrlo. “Las chiquitas de hoy no son como cuando yo era chiquita. A mí antes me retaban y tenía que agachar la cabeza y seguir. Las más chicas deben adaptarse a las más grandes y viceversa, porque el mundo va cambiando”, explica la defensora.

-¿Qué te pareció el equipo dirigido por Gabriel Minadeo en Río 2016?

-Yo pienso que el equipo es reflejo del entrenador en lo bueno y en lo malo. Y yo a la chicas no las veía cómodas ni contentas. Cuando uno en la cancha está contento, ya está, no se necesita nada más. Pero se notaba el fastidio en la cara, en el cuerpo y más en las más jóvenes, que son las que tienen más energía. Eso me reflejaba el equipo en Río. Estaban como perdidas y eso el rival lo nota. Se veía que las chicas estaban para el knock out.

-Se habla de que se perdió el espíritu guerrero y luchador de las Leonas. ¿Qué opinás?

-Creo que cambió la sociedad, no sólo las chicas que juegan al hockey. Es como que a las más jóvenes les cuesta menos todo y tienen las cosas más al alcance de la mano. Entonces para mí, si algo no te cuesta mucho, después es difícil que valores demasiado dónde estás y que lo cuides. La mística venía por ese lado en las Leonas. Costó mucho. Sobre todo a las chicas de 2000, en Sydney. Les costó mucho llegar ahí y mantenerlo durante tantos años cuando yo las miraba por tele. No tenían el apoyo y los sponsors de ahora. El ENARD no existía. Antes ganaban un peso o nada y las chicas daban las vida por la camiseta. Eso hace que valores más y que juegues y entrenes con otra intensidad, y así se valore mucho lo que significa estar ahí. Para mí es eso. La mística fue en ese momento porque costó.

-¿Y ahora cuáles son las expectativas?

-No pienso más allá de fin de año. No me lo imagino. Hoy las cosas son diferentes y las prioridades también. Obviamente que sueño con el Mundial del año que viene, porque siempre es lindo y está en la cabeza. El día en que no disfrute, como me pasó hace dos años, no podré seguir. Es como mi motor; si no me lleva el motor del disfrute y de la alegría, algo está mal.

Sus doce años en el seleccionado y el rótulo de emblema de la defensa hacen que la mendocina tenga exceso de sabiduría para contagiar. “Quiero tratar de transmitir eso: que no existan las cosas fáciles y la vagancia y el ‘como ya estoy acá no importa’. Y adentro de la cancha, ordenar, explicar, ayudar y también dejar el lugar porque las referentes tenemos que dejar a las que vienen abajo pidiendo pista. No nos compramos este lugar”.